El
Maestro nos enseñó la manera en que debemos adorar a Dios. En Juan 4:24 dice:
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren”.
Pero
¿qué significa esto? La palabra adorar en el griego es:
προσκυνέω que significa: postrarse, arrodillarse, hacer reverencia, caer a los
pies de.
Espíritu
en el griego es: πνεῦµα que significa: vida, el ser interior.
Verdad en el griego es: ἀλήθεια
que significa: veracidad, rectitud, fidelidad.
Entonces
¿qué significa lo que el Señor dijo en Juan 4:24? Parafraseadamente lo podemos
traducir como: Dios es Espíritu; y los que se rinden a Él, en su vida, desde su
ser interior y con veracidad siendo fieles es necesario que lo hagan.
Por
lo que la adoración conlleva una vida entera entregada a Dios, con todo el
corazón, sin fingimiento. Ya no es en un lugar físico (Jerusalén o Samaria)
(Juan 4:21), ni con los sacrificios o sistema ritual establecido en el culto
del antiguo pacto (Hebreos 10:19-21). Ahora nosotros somos la casa de Dios (Hebreos
3:6).
Ahora
es dentro de nosotros mismos, pues somos templo del Espíritu Santo (Romanos
12:1, 1 Corintios 6:19). Por lo que la adoración es en todo momento y en todo
lugar, lo cual encaja perfectamente con el mayor mandamiento: “Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”
(Mateo 22:37).
Pero NUNCA, significa que solamente
debemos hacerlo en secreto, torciendo lo que Jesús enseñó sobre la oración para
aplicarlo a la adoración (Mateo 6:5-15). La oración es la comunicación con
Dios, la cual es muy interna, porque Dios, el Padre está dentro de uno mismo,
no debe servir nunca con el propósito de exhibición.
“Más tú cuando ores, entra en el aposento
interior de ti y tras cerrar con llave la puerta de ti, ora al Padre de ti que
está en secreto, y el Padre de ti que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo
6:6).
Pero hay ejemplos en las
Escrituras cuando la oración fue en público y no por eso es mala o pecado, ya que de lo
que se trata, es evitar ser como los hipócritas (actores), estos fingen para
ser vistos por los hombres. Por eso el Señor dijo a sus discípulos:
Guardaos de la levadura
de los fariseos, que es la hipocresía
(Lucas 12:1).
De lo que se trata es de
actuar sin fingir, sin aparentar, sin actuar, sin engañar; ser auténticos y
transparentes. De ahí que un verdadero hijo de Dios, no ora (para ser visto por
los hombres), para aparentar piedad, no ora para los hombres (para recibir
elogios) (recompensa), sino para Dios.
Es a Él que debemos temer (respetar, reverenciar) y no a los hombres. Como Cornelio o Lidia que aún sin haber recibido el evangelio y ser convertidos eran temerosos de Dios y le adoraban (Hechos 10:1-2, 16:14). Por supuesto, es necesaria la conversión para limpieza de pecados y salvación (Hechos 3:19-20). Y luego continuar hasta el final con el temor de Dios.
“Pero os enseñaré a
quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene
poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed”
(Lucas 12:5).
"Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor" (Filipenses 2:12).
Y en cuando a la oración
pública, El Señor mismo es ejemplo, Él oró públicamente.
“Entonces quitaron la piedra de donde había
sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre,
gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre
me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que
crean que tú me has enviado” (Juan 11:41-42).
“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu”
(Lucas 23:46).
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).
“Y Jesús
decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
También los primeros
creyentes son ejemplo de practicar la oración pública.
"Y ellos, habiéndolo oído,
alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que
hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que
por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los
pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la
tierra, Y los príncipes se juntaron en uno Contra el Señor, y contra su Cristo.
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a
quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo
de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo
habían antes determinado que sucediera. Y
ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo
hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para
que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo
Hijo Jesús. Cuando hubieron
orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios" (Hechos
4:24-31).
Lo mismo sucede con la
alabanza, que significa hablar bien, dar gloria, honra, honor, exaltar, exhibir
su carácter y sus obras. Vemos que esta puede ser pública, como por ejemplo
sucedió con el mismo Señor, que nos es un modelo a imitar (Juan 13:15).
“En aquel
tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las
revelaste a los niños. Sí,
Padre, porque así te agradó” (Mateo
11.25-26).
O con los
mismos discípulos que a pesar de la molestia de los fariseos, ellos gozosamente
alababan al Señor a grandes voces.
“Cuando llegaban ya cerca de
la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que
habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz
en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre
la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él, respondiendo,
les dijo: Os digo que, si estos callaran, las piedras clamarían” (Lucas
19:37-40).
Es más, somos llamados a
alabar a Dios con nuestros labios.
“Así que, ofrezcamos siempre a
Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que
confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).
La alabanza puede ser pública para testimonio.
“Que, si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación” (Romanos
10:9-10).
El confesar
es un reconocimiento público y necesario para la salvación. No podemos ser
salvos sin dar testimonio de nuestra dependencia de Cristo y del señorío de Él
en nuestras vidas, ese es el propósito de Dios.
“Os digo que todo aquel que me confesare
delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los
ángeles de Dios; más el que me negare delante de los hombres, será negado
delante de los ángeles de Dios” (Lucas 12:8-9).
“Para que
en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y
en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria
de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
Ese es el
propósito de Dios al ser adoptados hijos suyos. Fuimos creados para alabarle.
Por eso, si nosotros callamos, las piedras tendrán que hablar.
“En
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado” (Efesios
1:5-6).
Y una de
las maneras como alabamos y también es parte de nuestra adoración a Dios, es de
esta forma:
“Hablando entre vosotros con
salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones” (Efesios 5:19).
¿Qué son los salmos? Es una pieza fija de música,
un poema con Palabra de Dios, acompañado con la voz, arpa u otro instrumento.
¿Qué son los himnos? Son poemas con Palabra de
Dios, a través de un instrumento de música, rasgado o tocado.
¿Qué son los cánticos espirituales? Palabra de
Dios cantada.
Es claro como lo expresa Efesios 5:19 esto de
alabar al Señor, lo podemos hacer entre nosotros (en compañía con otro u
otros), recordemos la promesa (Mateo 18:20). Y en nuestros corazones, es decir,
de manera íntima, en nuestra mente.
De igual manera lo expresa de forma tan clara y
contundente Colosenses 3:16.
“La palabra de Cristo habite
en vosotros ricamente, en toda sabiduría enseñando y amonestando a vosotros
mismos, con salmos, himnos y cánticos espirituales, con gracia cantando en los
corazones de vosotros a Dios”.
O sea que la Palabra de Dios tiene que estar en
abundancia en nosotros para poder enseñarnos y amonestarnos a nosotros mismos,
como cuerpo de Él, o su iglesia, recordemos que esa es la utilidad o función de las Escrituras (2 Timoteo 3:16-17) y para esto podemos usar los salmos, himnos y
cánticos espirituales y asimismo cantar con agradecimiento en nuestro ser
interior (pensamientos o sentimientos).
Es hermoso como Pablo y Silas cantaban al Señor y
los presos los oían.
“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas,
cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25).
La Palabra de Dios nos exhorta a cantar.
¿Está
alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas (Santiago 5:13).
En el
cielo, vemos también como se adora y se alaba al Señor, se canta, varios
ejemplos encontramos de ello.
“Y cuando
hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso,
que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has
redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra”
(Apocalipsis 5:8-10).
“Oí una voz
del cielo como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno.
La voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro
seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el cántico, sino
aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la
tierra” (Apocalipsis 14:2-3).
“Vi
en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete
plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios. Vi también como
un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria
sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre
el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y
cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero,
diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos
y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién
no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues solo tú eres santo;
por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios
se han manifestado” (Apocalipsis 15:1-4).
Negar esta
gran verdad, es ir voluntariamente en contra de la Palabra de Dios. Así que; la
adoración es un estilo de vida, de entrega y compromiso a Dios, que nace o
surge de una disposición propia y que se debe mantener con fidelidad. Como
parte de esta forma de vivir está el testimonio, que incluye la predicación o
comunicación de las enseñanzas de Jesús (Mateo 28:20) y por medio de las cuales
podemos alabar al Señor, tanto de manera pública como privada a través de
cantos acompañados con música.
No está
prohibido adorar al Señor públicamente, ni alabarle ante la gente, al contrario,
es un buen medio para comunicar la Palabra del Señor. No lo debemos limitar ni
considerar malo jamás. Recordemos que no debemos limitar o cortar lo que la
Palabra de Dios permite, pues estaríamos cayendo en una doctrina de hombres, la
cual no podemos permitir.
“Si ustedes murieron con
Cristo y ya no están esclavizados a los poderes que dominan el mundo, ¿por qué
se someten, como si fueran todavía del mundo, a reglas tales como: «no
toques eso, no comas aquello, no lo tomes en tus manos»? Esas
reglas son puramente humanas, que con el tiempo van perdiendo valor. Podrán
parecer muy sabias tales reglas, ya que para obedecerlas hay que ser devotos de
veras, y porque son humillantes y duras para el cuerpo, pero de nada sirven en
lo que a dominar los malos pensamientos y deseos se refiere” (Colosenses
2:20-23 NBV).
“Todas las cosas son puras para los puros, más para los
corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia
están corrompidas. Profesan
conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes,
reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito
1:15-16).
Somos
testigos de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y no lo podemos, ni debemos
ocultar, como el ciego de nacimiento que Jesús sanó. Veamos que él no se ocultó
para adorar a Jesús, ni tampoco Jesús le dijo: ven adórame acá en oculto para
que nadie te vea. NO, su adoración fue pública.
Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece (Juan 9:35-41).
Vemos también en el caso del paralítico sanado a la puerta del templo,
no ocultó en ningún momento su alabanza a Dios, pues todos lo vieron. Y tampoco
los apóstoles le dijeron: no alabes a Dios, pues te van a ver, hazlo en
secreto.
Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios (Hechos 3:6-9).
Aunque parezca extraño dar estos ejemplos de que la adoración
y la alabanza fue pública y no está prohibida que sea de esa forma, es
necesario; pues hay alguno que piensa que así como debe orar en secreto,
también debe adorar y alabar en secreto, lo cual es absurdo, según la Palabra
de Dios.
Hay muchísimo más que pudiéramos decir al respecto, pero para
no extendernos demasiado lo dejaremos hasta acá, invitándolo a que adore al
Señor, alábelo y hable con Él, y de ninguna manera piense que Dios restringe lo
que claramente en su Palabra es permitido (adorarle, orar y alabar públicamente como en privado).