Inminente arrebatamiento ¡Cristo viene!


En cualquier momento sucederá lo que dará apertura al desenlace final de los juicios de Dios en este mundo. El pueblo de Dios o iglesia de Cristo será arrebatada a las nubes para recibir al Señor en el aire. 

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16-17).

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados (1 Corintios 15:51-52).

Por eso es necesario para los que creemos en Dios y esperamos en Cristo la promesa maravillosa de su venida estar preparados en santidad, con nuestras vasijas con aceite, es decir, llenos del Espíritu Santo. No vaya a ser que nos acontezca como a esas vírgenes insensatas que no tomaron consigo aceite y por eso sus lámparas se les apagaban.

 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora (Mateo 25:1-13).

El esposo ya se ha tardado en regresar y por eso la iglesia ha cabeceado y dormido, pero eso no es impedimento para entrar con Él a las bodas, el impedimento básicamente es no estar preparados. Para ello debemos permanecer en Él, en su Palabra.

Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, y no seamos avergonzados de parte de él en su venida (1 Juan 2:28).

Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna (1 Juan 2:24-25).

Por eso existe la promesa para la iglesia fiel de ser guardada de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero.

Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque, aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre (Apocalipsis 3:8).

Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra (Apocalipsis 3:10).

Sin lugar a dudas, vendrá la etapa final de este mundo en donde habrá gran tribulación la cual no ha existido jamás ni la habrá después.

Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá (Mateo 24:21).

Pero Dios librará a su pueblo de esta prueba.

Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10).

Por eso nos dice, entre otras cosas, que debemos estar preparados, que debemos velar, pues el Señor vendrá y no sabemos el día ni la hora.

Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis (Mateo 24:44).

Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre (Lucas 21:36).

Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora (Mateo 25:13).

Ya todo está cumplido, desde hace mucho estamos viviendo los días de Noé y Lot.

Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo, como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste (Lucas 17:26-30).

En cualquier instante vendrá el Señor, ¿serás tú de los tomados o de los dejados?

Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor (Mateo 24:40-42).

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