El obrero es digno de su salario
La mayoría de las religiones o sectas a sí mismas llamadas
cristianas, por no decir todas, tienen a sus obreros o ministros asalariados,
es decir, les tienen asignado un sueldo o salario. Y la que no los tiene, es
porque su capacidad económica no se lo permite. Dependiendo del cargo que
tengan así cobran. Por ejemplo, un cardenal católico cobra más que un
sacerdote, o un pastor evangélico cobra más que un diácono. Además de sus
salarios fijos, recaudan dinero por ir a predicar a otras denominaciones y a esto
hay que añadir los obsequios que reciben directamente de los feligreses.
Podemos
decir que muchos de estos líderes religiosos viven económicamente por encima de
la media de la ciudadanía. Todos estos salarios proceden principalmente de las
recaudaciones que obtienen por la imposición del diezmo; también por la
insistencia muy a menudo de los líderes en el deber de ofrendar aparte de
diezmar; otros, más poderosos, recaudan a través de la radio y televisión
haciendo sus maratones populares; además de los beneficios que les proporciona
la venta de libros, sobre todo de la Biblia, y otros muchos artículos.
Bueno,
todo esto estaría muy bien si fuera legal o lícito delante de Dios, el recaudar
dinero para cubrir los salarios que pagan a sus obreros. Pero como vamos a
demostrar seguidamente por las Sagradas Escrituras, ni las formas ni el fin,
pueden ser justificados ante Él. Y lo peor de todo, es que usan para ello
falsamente las Escrituras con textos fuera de sus contextos, para avalar con
engaño dichas ganancias deshonestas.
Primeramente queremos aclarar lo que Dios ordenó en relación al tema que nos concierne en ese primer pacto, ley de Moisés y los profetas, que fue dado al pueblo de Israel.
Jehová Dios hizo solamente de la tribu de Leví un pueblo
sacerdotal para que sirvieran al tabernáculo.
Porque
habló Jehová a Moisés, diciendo: Solamente no contarás la tribu de Leví, ni
tomarás la cuenta de ellos entre los hijos de Israel, sino que pondrás a los
levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos sus utensilios, y sobre
todas las cosas que le pertenecen; ellos llevarán el tabernáculo y todos sus
enseres, y ellos servirán en él, y acamparán alrededor del tabernáculo. Y
cuando el tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán, y cuando
el tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se
acercare morirá (Núm. 1: 48-51).
En
el libro de Números, capítulos del 16 al 18, veremos más exactamente acerca de
este ministerio encomendado por Jehová a los levitas. Por ejemplo en el
capítulo 18, versículos del 24 al 31, leemos:
Porque
a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel, que
ofrecerán a Jehová en ofrenda; por lo cual les he dicho: Entre los hijos de
Israel no poseerán heredad. Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a
los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que
os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en
ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. Y se os contará vuestra ofrenda
como grano de la era, y como producto del lagar. Así ofreceréis también
vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos
de Israel; y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. De todos
vuestros dones ofreceréis toda ofrenda a Jehová; de todo lo mejor de ellos
ofreceréis la porción que ha de ser consagrada. Y les dirás: Cuando ofreciereis
lo mejor de ellos, será contado a los levitas como producto de la era y como
producto del lagar. Y lo comeréis en cualquier lugar, vosotros y vuestras
familias; pues es vuestra remuneración por vuestro ministerio en el tabernáculo
de reunión.
Así
que, Jehová Dios, tomó solamente a los levitas para que ministrasen lo sagrado.
Y como remuneración o salario por ello, Jehová les dio los diezmos de Israel,
de los cuales ellos a su vez debían apartar el diezmo como ofrenda a Jehová. De
esta manera, tanto los levitas como sus familias tenían garantizado su sustento
a través de los diezmos recibidos de los productos de la era y del lagar por
sus hermanos los Israelitas. Esta era la paga, remuneración o salario digno del
obrero que servía al tabernáculo de Jehová Dios.
Aclarado
esto, hemos de recordar que estamos hablando de la relación que mantuvo Jehová
Dios con el pueblo de Israel en cuanto al ministerio o servicio sacerdotal, y
donde los demás pueblos o gentiles no tuvieron parte alguna.
Ahora bien ¿Se ha mantenido este servicio u orden por parte de Jehová hasta el
día de hoy? A esta pregunta fundamental, hemos de responder que ya en ese
primer pacto, ley de Moisés y los profetas que fueron para el pueblo de Israel,
Jehová Dios anunció un cambio por medio del profeta Jeremías, diciendo:
He
aquí vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de
Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día
que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron
mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el
pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por
Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jerem. 31:
31-34).
Jehová,
como hemos podido leer, anunció un segundo pacto con la casa de Israel y Judá,
debido a que ellos invalidaron el primero.
Quizá se pregunte usted y ¿Qué tiene que ver todo esto con lo del obrero es
digno de su salario? Pues mucho, sí mucho, porque a raíz de este segundo pacto,
todas las cosas serían hechas nuevas, también en lo referente a los obreros,
sacerdotes o pastores y sus salarios.
El
momento crucial de todo esto que venimos aclarando, comienza con lo que Jehová
Dios anunció a través del profeta Ezequiel 34:1-15 diciendo:
Vino
a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores
de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de
los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los
pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada
degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni
curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la
descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreados de ellas
con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presas
de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis
ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la
tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien
preguntase por ellas. Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo
yo, ha dicho Jehová el Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y
mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni
mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí
mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de
Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra los pastores; y
demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni
los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus
bocas, y no le serán más por comida. Porque así ha dicho Jehová el Señor: he
aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su
rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así
reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron
esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos,
y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré
en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del
país. En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel estará
su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en pastos suculentos serán
apacentadas sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré
aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la
descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; más a la
engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia…
Después
de conocer esta profecía, no hay duda alguna de que Jehová se puso en contra de
los pastores de Israel, prometiendo que, por cuanto su rebaño fue robado y
presa de todas las fieras del campo sin pastor, porque los pastores se
apacentaban a sí mismos; Él demandaría sus ovejas de sus manos y éstos dejarían
de apacentar las ovejas. No se apacentarían los pastores más a sí mismos,
porque Él las libraría de sus bocas y no le serían más por comida. Jehová el
Señor, prometió diciendo que Él mismo iría a buscar sus ovejas, a librarlas de
todos los lugares donde fueron esparcidas.
Él
mismo las apacentaría y les daría refugio. Jehová el Señor mismo volvería al
redil la descarriada, vendaría la perniquebrada, y fortalecería a la débil; más
a los pastores, engordados y fortalecidos a costa de sus ovejas, los
destruiría. Así pues, era cuestión de tiempo. Es decir, hasta que llegase el
cumplimiento de dicha profecía. Para que Jehová el Señor fuese el único Pastor
de su pueblo Israel y nunca más serían pastoreadas sus ovejas por hombre
alguno.
Volviendo
a los levitas, recordemos que Jehová los había apartado a ellos solamente para
que les sirvieran en el tabernáculo y todo lo que ello conllevaba, y de la
misma manera a ellos solamente los remuneró con los diezmos de Israel. Más a
los pastores, esto es, a aquellos que estaban puestos para dirigir y gobernar
bien a su pueblo, NO les dio ningún tipo de remuneración o salario, sino que de
lo que trabajaban, como los demás, les servía de sustento. Pero, sin en cambio,
éstos, como hemos leído en Ezequiel, se aprovechaban de su cargo, engordándose
o enriqueciéndose sin importarles las ovejas de Jehová el Señor.
Queremos
repetir de nuevo que, a diferencia de los que servían al tabernáculo (los
levitas), los pastores NO percibían ningún tipo de remuneración o salario, como
podemos comprobar en toda la ley y los profetas. Y esto es justo, ya que los
levitas estaban todo el día sirviendo al tabernáculo y no podían trabajar ni en
la era, ni en el lagar, ni con el ganado, como sí los demás. Además, como
venimos diciendo, el término pastor NO hay que entenderlo como un ministerio o
servicio sacerdotal, como sí fue el de los levitas. Es muy importante que
sepamos diferenciar esto y lo tengamos presente.
Ahora
nos toca saber si las profecías de Ezequiel 34 y de Jeremías 31 se han
cumplido. Para la gloria de Dios y el bien de la humanidad, sí que se han
cumplido estas profecías y fue con la venida de Emanuel, esto es, Dios con
nosotros, como podemos verlo en Mateo 1: 23.
Jesucristo
nos reveló en su evangelio, concretamente en Juan 10, que Él es ese Jehová el
Señor que iba a venir a librar a sus ovejas de las bocas de los pastores y, a
partir de ahí, nunca más les servirían por comida, porque Él iba ha dejar que
las pastorearan, como vamos a comprobar seguidamente.
En
primer lugar, Jesús deja claro en los versículos 1 al 7 que Él es la única
puerta por donde las ovejas deben entrar, y lo dice de la siguiente manera:
De
cierto de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que
entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las
ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por su nombre, y las saca. Y cuando ha
sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen,
porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños. De cierto de cierto os digo: Yo soy la puerta
de las ovejas.
Además deja claro que el que entra por otra parte, ladrón y salteador es. Son
de los extraños de quienes sus ovejas huyen porque no conocen su voz. Y
continúa Jesús diciendo en los versículos 8 en adelante que:
Todos
los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron
las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y
saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
El Señor afirma que todos los que antes de Él vinieron, ladrones y salteadores
son, así de claro, por muy fuerte que suene, y en los versículos 11 y 12, dice:
Yo
soy el buen Pastor; el buen Pastor su vida da por las ovejas. Mas el
asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir
al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Jesús es el Buen Pastor, porque sólo hay uno Bueno Dios (Marcos 10:18). Es
claramente ese Jehová el Señor que vendría por sus ovejas, el mismo del que el
rey David habló en el Salmo 23. Las ovejas no le pertenecen más que al Pastor,
por eso llama a los que fueron antes que Él ladrones y salteadores, porque
hurtaban a las ovejas del Señor; fueron esos malos pastores.
Una vez venido Cristo, NO debería haber más pastor que Él y, mucho menos,
asalariados. El haber constituido los hombres por ellos mismos, sacerdotes o
pastores después de Cristo, representa una autentica herejía. Por lo que a
todos estos pastores, sean católicos, evangélicos, adventistas, mormones, etc.,
no les queda más que lo que en Hebreos 10: 26 al 31, enseña, diciendo:
Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres
testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el
que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la
cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de Gracia? Pues conocemos
al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El
Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
No
queda otra, al igual que para aquellos que piensan que podrán justificarse
equiparándose al servicio sacerdotal de los levitas, no teniendo en cuenta con
ello, el cambio de pacto o ley profetizado por Jeremías.
Pablo
en la carta a los hebreos lo deja muy claro, sobre todo en los capítulos 7 al
10. Por ejemplo en el capítulo 7, versículos 11 y 12, dice:
Si,
pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el
pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote,
según el orden de Melquisedec, y que no fue llamado según el orden de Aarón?
Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya cambio de ley. Pero ahora
tanto mejor ministerio es el de Cristo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin
defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Y continúa Pablo, haciendo énfasis en la profecía de Jeremías (ver capítulo 8: 6-7 y siguientes).
Y continúa Pablo, haciendo énfasis en la profecía de Jeremías (ver capítulo 8: 6-7 y siguientes).
En
Cristo, tanto el tabernáculo como sus sacrificios y, por lo tanto, el
sacerdocio levítico, ordenanzas de culto, y todo lo concerniente a ello,
quedaron abolidos y por consiguiente sin eficacia. Así que, después de Cristo
nadie puede justificar ningún tipo de salario, ya sea israelita o no.
Insistimos, que el haber creado después de Cristo un orden de culto, con
templos hechos por manos humanas y sus tabernáculos, con sacerdotes o pastores
hombres y con remuneraciones o salarios, constituye todo ello una gran
falsedad, por la cual todos sus contribuidores serán avergonzados ante Dios y
juzgados como anteriormente vimos por su Palabra en Hebreos 10, del 26 en
adelante.
Después de haber aclarado esto, no nos queda otra que seguir avergonzando, con
la misma Palabra de Dios, a los que por el nuevo pacto continúan justificando
su servicio sacerdotal o pastoral y además con salarios que hurtan a las
ovejas, adulterando para ello las Sagradas Escrituras ¡qué horror!
Hay
quienes usan para ello las palabras de Jesús en Mateo 10:10, donde dijo:
Ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón;
porque el obrero es digno de su alimento.
¿Dónde
está mandando Jesús en este versículo que se tenga que cobrar un salario por
servirle? Jesús está afirmando una gran verdad y es que “el obrero es digno de
su alimento”, es el derecho de todo obrero. Pero es que, estos falsificadores
de la Palabra omiten voluntariamente los versículos anteriores como el
versículo 8, donde
Jesús
dijo:
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de
gracia recibisteis, dad de gracia.
Jesucristo,
envió a sus discípulos a predicar en su nombre el reino de los cielos y les
ordenó que no llevasen nada, tampoco dinero, y bajo ese contexto aquellos que
les recibiesen le diesen de comer, porque como obreros eran dignos de sus
alimentos. Podemos decir que aquí el alimento es ese salario justo y merecedor
por ser obrero de Cristo, pero para nada se habla en ningún momento de dinero
como salario o pago por el trabajo. En esto no existe organización o sistema
alguno para recaudar dinero y pagar salario, y mucho menos ordenado por Jesús
¡Por favor! Además, Jesús en el versículo 8 lo deja muy claro: “De gracia
recibisteis, dad de gracia”. Y, como bien enseña la Escritura en Romano 4:4, diciendo:
Pero
al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda. Por consiguiente, si se cobra un salario por obrar ¿Dónde queda la gracia? Mas
Cristo ordenó: De gracia recibisteis, dad de gracia.
Lo
mismo ocurre con el evangelio de Lucas, capítulo 10, versículo 7-8 donde Jesús
designó a otros setenta a quienes envió de dos en dos, pero en este pasaje en
vez de usar la palabra alimento usa la de salario, esto no altera para nada el
hecho en sí que venimos explicando, sino que lo aclara aún más, diciendo:
Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el
obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan
delante.
Queda
claro que el salario al que se refiere es al del alimento, ya que Jesús los
había mandado sin ningún tipo de recurso. Y esto no era como paga por el
trabajo, sino como derecho justo. Porque se les ordenó por el Señor que diesen
de gracia, esto es, de balde o gratis, porque de balde o gratis lo recibieron.
Hay que tener muy en cuenta que Jesús encomendó a los apóstoles un ministerio
especial, con poder de sanar enfermos, limpiar leprosos, resucitad muertos y
echad fuera demonios, señales que les hacían diferenciarse claramente de los
falsos apóstoles o discípulos.
Además
el servicio era a tiempo completo y exclusivo, de ahí que les ordenó a sus
discípulos que comiesen y bebiesen lo que les pusieren por delante para su
sustento, porque por derecho, el obrero es digno de su alimento. Fijémonos bien
en estos versículos, que Jesús NO ordena a los que los reciben a pagar con
comida y bebida a los discípulos, sino que la orden es a los discípulos a que
coman y beban lo que les pongan por delante, que es muy diferente y esto concuerda
perfectamente con lo dicho por Jesús “de gracia recibisteis, dad de gracia.
Por
otro lado, estos sacerdotes, pastores u obreros asalariados toman de un
capítulo el, o los, versículos que les convienen, para argumentar y justificar
con ello lo que quieren conseguir, en este caso el salario, y ocultan lo que
les tendría que acompañar para ser, según el texto y su contexto, merecedores
de dicho salario, que en este caso sería: No llevar bolsa, ni oro, ni plata, ni
cobre, ni alforja, ni calzado, y sanar a los enfermos, limpiar leprosos,
resucitar muertos, echar fuera demonios (Lucas 10:4 y 9; Mateo 10: 8-10). Es
decir, que si dicen ser esos obreros que Jesús envió para anunciar el reino de
los cielos y por ello deben cobrar un salario, hay que exigirles también a
ellos que reúnan esos requisitos o señales que acompañarían a los enviados por
Jesús, como hemos podido leer. No conocemos ningún asalariado, es más,
afirmamos rotundamente, que no existe ningún asalariado que reúna estos
requisitos conforme a la verdad de Dios. Y por consiguiente, nos atrevemos a
decir que son falsos enviados o apóstoles de Cristo, asalariados de quien no
son las ovejas.
Ahora
vamos a continuar con otro de los capítulos preferidos por todos estos
engañadores, que van robando a las pobres ovejas de Dios con los diezmos y
salarios, hablamos del capítulo 9 de 1 Corintios. Es incomprensible como pueden
cambiar la verdad por la mentira, porque si analizamos este capítulo a la luz
del Maestro, como hay que hacerlo, veremos que va en perfecta armonía con Él.
Decir
antes que, Pablo fue ese apóstol al que el Señor escogió más tarde y le reveló
todas las cosas por su Espíritu, ya que Jesús había ascendido a los cielos,
otorgándole de la misma manera que a los demás, el mismo poder de hacer milagros.
En este capítulo 9, Pablo defiende su apostolado ante aquellos que le acusaban
de no serlo, y les dice a los corintios que ellos ciertamente eran el sello de
su apostolado (versículos 1-3). En los versículos siguientes continúa con lo
mismo, diciendo en el 11 y 12 que:
Si
nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de
vosotros lo material? Si otros participan de este derecho, ¿cuánto no más
nosotros? Pero no hemos usado de este, sino que lo soportamos todo, por no poner
ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
Es
una obviedad, como Pablo dice, que todos tengan el mismo derecho por igual,
entendiendo por el contexto que, por el segar de lo material, se refiere a los
alimentos y no a un salario o sueldo. Ahora bien, Pablo declara no haber usado
de ese derecho para no poner ningún impedimento al evangelio de Cristo. En los
versículos 13 y 14, dice:
¿No
sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los
que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los
que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
En el versículo 13, Pablo cita el primer pacto, donde ese
servicio sagrado correspondía a los levitas y, como vimos, fueron remunerados
por ello por mandato de Jehová, pero que, como también hemos visto, una vez
llegado Cristo, tal sacerdocio quedó anulado.
En
el versículo 14, nos remitimos a lo ya mostrado por la Palabra y dicho por el
Señor, de que el obrero es digno de su alimento y, en ese contexto, hay que
entender lo que Pablo dice que “los que anuncian el evangelio, vivan del
evangelio”, y esto nada tiene que ver con un salario.
Ahora,
sí que hay que poner mucha atención a lo que Pablo explica en los versículos
del 15 al 18, y donde lo deja todo perfectamente aclarado y sin confusión
alguna, diciendo:
Pero
yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se
haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi
gloria. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si
lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la
comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el
evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de
este derecho.
La verdad es que el intentar explicar esto con otras palabras, sería
estropearlo todo, por lo tan perfectamente explicado.
Pablo
no se aprovechó de ese derecho de vivir del evangelio, pues tenía como galardón
el predicar el evangelio de Cristo gratuitamente, para no abusar de su derecho.
Es sencillamente perfecto y, como dijimos antes, en perfecta sintonía o armonía
con el Maestro, donde el Señor Jesús enseñó que si bien el derecho digno de sus
obreros es el del alimento, diesen de gracia, porque de gracia recibieron,
mandándoles que, de lo que le pusieran por delante, comiesen y bebiesen. Y
volvemos a preguntar, ¿Dónde manda o enseña Pablo que hay que cobrar un
salario?
Por
si queda alguna duda para algunos, que no debiera, esto que Pablo narra en 2
Tesalonicenses, capítulo 3, versículos del 6 al 11, debiera sin excusa alguna
de despejarla.
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os
apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que
recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis
imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni
comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y
noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos
derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no
quiere trabajar, tampoco coma.
Después
de haber leído estos pasajes, íbamos a subrayar lo más importante, pero como
habría que subrayarlo todo, hemos desistido a ello. Así que, tomen nota todos
los que dicen creer en las palabras de Pablo, pero que de una manera contraria
a ellas cobran un salario por anunciar, según ellos, el evangelio de Cristo.
Todos estos asalariados deberían acatar lo mandado por Pablo en 1 Corintios,
capítulo 11, versículo 1, donde dice:
Sed
imitadores de mí, así como yo de Cristo
Para
finalizar, queremos recordar algunas cosas de lo examinado por las Sagradas
Escrituras, y que naturalmente corresponden a la verdad.
1- Qué, solamente en el primer pacto y dentro del pueblo israelita, Jehová Dios otorgó a los levitas una cuantía, en concreto el diezmo de sus hermanos, y esto en alimentos como remuneración a su servicio sagrado.
2- Qué, el servicio o sacerdocio levita, dejó de ser con la venida de nuestro Señor Jesucristo y con ello lógicamente su remuneración.
3- Qué, con la venida de Cristo, no solamente el orden sacerdotal levita dejó de tener continuidad, sino que también el pastoreo de las ovejas de Dios por parte del hombre. Después de Cristo, nunca debería de haber existido pastoralguno como lo tienen las religiones, sectas y sus denominaciones.
4- Qué, Cristo nuestro Dios, Maestro y Pastor, nos aseguró que nos libraría de todos estos asalariados, ladrones y salteadores. Pastores hombres de quienes NO son las ovejas, y a quienes nunca más les seríamos por comida.
5- Qué Jesús, NO ordenó a los que recibiesen a los apóstoles o discípulos que envió, a pagar una remuneración o salario por sus servicios, sino que fue a los discípulos a los que ordenó a que comiesen de todo lo que le pusieran por delante, que es muy distinto.
6- Qué, si realmente fueran obreros de Cristo aquellos que dicen serlo y cobran un salario, deberían acompañarles las señales que se detallan en Mateo y Lucas 10 o en Marcos 16, que Jesús les otorgó. Y no vale tomar una parte, en este caso el salario, y dejar o ocultar la otra, en este caso las señales que deberían acompañar a esos apóstoles o enviados. Así pues la misma Palabra los delata que son falsos ministros o apóstoles de Cristo.
7- Qué, en ningún momento Pablo contradice esto anteriormente expuesto, sino que todo lo contrario lo afirma y confirma. Exponiéndose el mismo como nuestro ejemplo a seguir, NO cobrando nada por predicar el evangelio de Cristo.
8- Qué, nadie debe ni puede mal usar las palabras de Pablo en contra de Dios, que dijo: Yo mismo iré a buscar mis ovejas… Yo apacentaré mis ovejas… Yo estoy contra los pastores…, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, Y NO LES SERÁN MÁS POR COMIDA. Esto se cumplió en Jesucristo, nuestro Buen Pastor, y entramos todos, no solamente los israelitas, sino que también los gentiles, es decir, todo su rebaño, que nunca más seríamos por comida a nadie por servir a Cristo.
9- Qué, el cobrar dinero a las ovejas, sea de la manera que sea para pagar a hombres por servir a Cristo, va en contra de Dios.
10- Qué, lo que se recaude de la Iglesia y por la Iglesia, ha de ser exclusivamente para la ayuda a los necesitados. NO para salarios de nadie; NO para hacer o reparar templos, seminarios o cualquier otro edificio; NO para promover la subsistencia de apóstoles, pastores, sacerdotes, obispos, elders, etc., porque como dice la Palabra de Dios:
Estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras (2 Corintios, 11:13-15).
Queremos dar gracias a Dios en la revelación de nuestro Señor Jesucristo, por habernos liberado a todos los que creemos en su Palabra, entre otras muchas cosas, de esos pastores o sacerdotes hombres que después de Cristo se han constituidos así mismos, bien a través de un seminario o directamente por medio de otros pastores hombres. De éstos que no paran de robar a las ovejas con salarios, diezmos, ofrendas, y de otras muchas maneras, enseñando para ello una palabra o evangelio adulterado, diferente del que enseñó Cristo y los apóstoles. Gracias Jesús por cumplirse tu Palabra en nosotros, porque como nos prometiste:
Conocimos
la Verdad, y la Verdad nos hizo libre.
¡Bendito
tu nombre para siempre!
¡¡¡Aconsejamos
a los lectores, que para obtener una mayor compresión de lo que venimos
diciendo, lean los escritos que están en esta página web titulados: La verdad sobre el diezmo, la verdad sobre la ofrenda y la verdad sobre los pastores!!!
Muy bien explicado les doy Gracias por sacar de su hermoso tiempo para explicar las verdades según las Escrituras; mis respetos para ustedes. Grácias
ResponderEliminarEs el Señor que habla por su Palabra.
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