LA VERDAD SOBRE EL LLAMADO DIVINO
En las diferentes sectas y
denominaciones del autodenominado cristianismo, entre tantas creencias y
doctrinas falsas que difunden, se encuentra una que causa temor a aquellos que
la aplican de manera personal a sus vidas; por pensar que si desobedecen esta
enseñanza, la maldición de Dios los perseguirá toda la vida.
Nos referimos a esa
enseñanza dentro de las sectas, de que Dios encomienda de manera
individual a personas concretas para
realizar la tarea de pastorear, evangelizar o predicar su Palabra. Siempre las asocian a experiencias similares
a las que tuvieron los profetas del Antiguo Pacto, diciendo que escucharon la
voz de Dios o tuvieron visiones o sueños donde Dios les hablaba. Inclusive, estos líderes religiosos al
referirse a este tema en sus enseñanzas, siempre toman como base de sus
mensajes aquellas partes donde Dios llama a Abraham, Moisés, Isaías, Jeremías,
entre otros (Génesis 12:1-9, Éxodo 3, Isaías 6, Jeremías 1). Cuando se refieren al Nuevo Pacto lo hacen
tomando los ejemplos de los discípulos del Señor y de Pablo (Mateo 4:18-22,
Mateo 9:9, Hechos 26:12-18).
Hasta el día de hoy, en las
sectas y denominaciones se sigue creyendo que Dios hace llamados directos y
personales. De ahí que la gente que responde a estos supuestos llamados, es
preparada en la doctrina de cada secta y denominación en sus institutos
bíblicos y seminarios teológicos. Cosa
que para nada es conforme a lo que las Escrituras enseñan. Ya que es ahí, en
esos lugares, donde las personas, entre otras cosas, toman para sí títulos que
no les corresponden. Por ejemplo, se autodenominan doctores en teología,
licenciados en teología, profesores en teología, apóstoles, reverendos, etc.
maestros, padres o guías. Cuando la Escritura enseña:
Pero vosotros no queráis que
os llamen Maestro; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros
sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es
vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados guías; porque uno
es vuestro Guía, el Cristo. (Mateo 23:8-10)
Además de esto, se enseñan y
se creen muchas otras cosas que son contrarias a las Escrituras y al Espíritu
de Cristo. Se enseña que la Iglesia se
divide en dos grupos, por un lado el clero que son los que van a los seminarios
y son graduados con esos títulos eclesiásticos y, por otro lado, los laicos que
son los oyentes y ayudantes de aquellos que recibieron la instrucción
sistematizada de su institución religiosa ejerciendo potestad sobre ellos. Cosa
que para nada enseña la Escritura, y que al contrario de todo esto, nos coloca
en igualdad y unidad plena en Cristo.
Entonces Jesús, llamándolos,
dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los
que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros NO será así,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y
el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en
rescate de muchos. (Mateo 20: 25-28)
¿Acaso Jesús hizo distinción
entre sus discípulos poniendo a unos por encima de los otros? ¿O a unos
primeros y a otros segundos? ¿No los trató a todos por igual?
Cuando llegó la noche, el
señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal,
comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían
venido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir
también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos
recibieron cada uno un denario… Así los primeros serán postreros, y los
postreros, primeros. (Mateo 20: 1-16)
Dios no hace acepción de
personas. (Gálatas 2:6)
Porque no hay diferencia
entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que le invocan. (Romanos 10:12)
Ya no hay judío ni griego;
no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús. (Gálatas
3:28)
También es, en esos lugares
de preparación de las denominaciones y sectas, donde se enseñan las distintas
líneas de la teología, (palabra que no aparece en las Escrituras) adoptando,
por supuesto, una en particular, contribuyendo con esto a la división.
Pues según su línea
teológica dicen: nosotros somos de Lutero, nosotros de Calvino, nosotros de
Wesley, nosotros de Elena White, nosotros de Carlos Russell, nosotros de José
Smith, nosotros de Jorge Fox etc., etc. Cuando la palabra enseña, diciendo:
Os ruego, pues, hermanos,
por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y
que NO haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo
parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los
de Cloé, que hay entre vosotros
contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo
de Apolos; y yo de Cefas; y yo de
Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O
fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Corintios 1: 10-13)
Es en esos lugares donde se
contribuye, no a la preparación de siervos de Dios, como le llaman ellos, sino
a la separación, la confusión, y con lo carnal, al adoptar doctrinas de
hombres, esclavizando, de esa manera, a las personas.
Porque aún sois carnales;
pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois
carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de
Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? (1 Corintios 3:3-4)
Cuando, si hubiesen
escuchado al Maestro y tenido por única guía su Palabra sin interpretaciones
humanas, serían verdaderamente libres; como se nos dice en Juan 8:31-32:
Si vosotros permaneciereis
en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres.
En esta época o días, Dios
nos ha hablado por su Hijo y es a Él a quien tenemos que oír:
Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero
de todo, y por quien asimismo hizo el universo. (Hebreos 1:1-2)
Mientras él aún hablaba, una
nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. (Mateo 17:5)
Cuando le escuchamos a Él y
le seguimos, nos convertimos en su pueblo y, a la vez, recibimos la comisión de
anunciar lo que hemos recibido de Él.
Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable. (1 Pedro 2:9)
Por ello, en Jesucristo
todos somos llamados a llevar su evangelio a todas las naciones y a enseñar lo
que de Él hemos aprendido. Es por eso que no necesitamos aprender de hombre
alguno, ya que es el Señor quien, por medio de su Palabra, nos enseña. Y lo que
los hombres digan o enseñen, ha de ser estrictamente de acuerdo a las Sagradas
Escrituras, siendo Dios en definitiva el Maestro que nos enseña, aunque el
hombre intervenga como mero instrumento.
Lo que habéis oído desde el
principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio
permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
Y ésta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna. Os he escrito esto sobre
los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en
vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción
misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os
ha enseñado, permaneced en él. (1 Juan 2:24-27)
El mejor ejemplo de esto lo
constituye el mandato de nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos. La
enseñanza y el mandamiento fueron para todos. Él no excluyó a nadie, no hizo
diferencia con ninguno de ellos. Claramente les dijo:
Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura. (Marcos 16:15)
Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén (Mateo 28:19-20)
¿Acaso creéis que este
mandamiento solamente fue para los doce? ¿Solamente fue para aquellos que llamó
Jesús personalmente en su época? ¿Tendría necesidad el Maestro de llamar
individualmente a hombres y mujeres para realizar su obra hoy, habiéndolo
dejado ya claro en su Palabra?
Sólo nos basta con
escudriñar las Escrituras y ser enseñados por el Espíritu Santo, ya que Él nos
enseñaría las cosas que debemos saber,
Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)
Es por su Palabra, que
debemos entender que el propósito de Dios para todo el mundo es la salvación a
través de Jesucristo, y para ello todos los que hemos creído en Cristo somos
responsables de anunciarlo. No necesitamos escuchar la voz de Dios de una
manera auditiva, tener sueños o visiones donde recibamos un mensaje especial
del Señor, como nos quieren hacer ver muchos falsos maestros y profetas. Dios
ya nos ha hablado y nos sigue hablando a través de su Hijo y, los que le
amamos, le oímos y su Palabra guardamos.
Dios, en el evangelio de
Mateo capítulo 13 versículos 19 al 23, aclara todo esto de una manera perfecta y sin ningún tipo de
confusión. En la parábola del sembrador Jesús enseña el proceso u orden del
llamamiento Divino.
Primero se siembra la
Palabra y esta mientras se es sembrada cae en algunos que no la entienden,
viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Otra parte de la
semilla cae en personas que al momento la reciben con gozo; pero al venir la
aflicción o la persecución por causa de la Palabra, luego tropieza. Otra parte
cae en aquellos que oyen la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de
las riquezas ahogan la Palabra, y se hace infructuosa. Mas la parte que fue
sembrada en buena tierra, estos son los que oyen y entienden la Palabra, y da
fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Así pues, es el proceso
natural del pueblo de Dios y su Llamamiento Divino. Mientras la semilla, esto
es, la Palabra, es sembrada para salvación a todo el mundo, sólo una parte la
oye, la recibe y es la que da fruto siguiendo el proceso de seguir sembrando la
Palabra, para que otros puedan ser salvos y se continúe sembrando la Santa
Palabra de Dios. También dijo Jesús:
El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan
14:23)
Por ello, no nos dejemos
confundir más con las enseñanzas de las sectas y denominaciones donde enseñan
que Dios tiene un grupo selecto de personas, a los cuales Él personalmente ha
llamado. Ésta es gente que ha sido engañada y ahora engañan a otros llamándose
a sí mismos pastores y maestros, enseñando que les llamen así.
La Palabra nos enseña que
uno es nuestro Pastor, Guía y Maestro; el cual dio su vida por nosotros:
Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el
pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas
y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado
huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor;
y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo
conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas
que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá
un rebaño, y un pastor. (Juan 10:11-16)
Muchos existen hoy
pretendiendo ser pastores en diferentes sectas y denominaciones, pero en realidad son asalariados, viven por
un salario que les proporcionan un grupo de ovejas neófitas, sin el cual no se
atreverían a vivir. Estos son cobardes que no se atreven a depender de Dios y a
vivir por fe, como corresponde a los verdaderos hijos de Dios.
Porque por fe andamos, no
por vista. (2 Corintios 5:7)
Además de esto, son
incrédulos pues no creen que haya una
sola fe (doctrina).
Un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo. (Efesios 4:5)
Son participes y cómplices
de las divisiones, de las contiendas y de partidismos, cosas que son fruto de
la carne (Gálatas 5:20).
Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda. (Apocalipsis 21:8)
No pensemos que al renunciar
a un liderazgo en una secta o denominación, estamos renunciando al llamado de
Dios. Todo lo contrario, estamos obedeciendo al Señor que nos está llamando a
salir de ahí.
Salid de ella,
(denominación, secta, religión) pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus
pecados. (Apocalipsis 18:4)
Reflexione:
Si realmente los líderes
religiosos o sectarios hubiesen tenido el llamado Divino como ellos dicen,
¿cómo pudieron recibir de Dios doctrinas tan contrarias y opuestas entre ellos
mismos, aun dentro de su misma religión o denominación? Por ejemplo: unos
enseñan que el diezmo es, otros que no; unos que el hablar en leguas es, otros
que no; unos que el sacerdote o pastor ha de casarse, otros que no; unos que el
bautismo en agua es, otros que no, etc., etc.
Dios no es un Dios de
confusión, sino de paz. (1ª Cor.14:33)
¡No se deje engañar!
Todos somos llamados por
Dios a la salvación y, por lo tanto, a ser su Iglesia o pueblo y, por
consiguiente, a servirle. De ahí que muchos son los llamados pero,
lamentablemente, pocos los escogidos, y esto de que sean pocos, no es por culpa
de Dios, sino del hombre.
Así es, todo conforme a las Escrituras, amén.
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