LA VERDAD SOBRE LA OFRENDA
En estos últimos tiempos es
muy notable el deseo que las personas tienen por acaparar dinero. Este es un
mal en el que está directamente involucrado el pecado de la codicia.
Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas,
que hunden a los hombres en destrucción y
perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:9-10)
Da mucha tristeza y dolor
ver en la televisión, oír por radio y, de igual forma, escuchar en las
diferentes reuniones religiosas, constantes insistencias, por parte de los
líderes, invitando a la feligresía a dar, con el eslogan que si dan, Dios los
va a bendecir, y que cuanto más den, más bendiciones recibirán de Dios. Todo esto está relacionado, por supuesto, con
el aspecto económico y material. Se les invita a entregar sus bienes para que
Dios se los multiplique, para que Dios les dé un empleo con mejor remuneración,
para que les de salud, para que las cosechas sean prósperas y para que sean de
larga vida ellos y sus familias.
Hay mucha gente que, a
consecuencia de este tipo de mensajes, predicaciones y enseñanzas, entregan
incluso lo necesario para la sobrevivencia de sus propias familias, descuidando
con eso la provisión para el hogar, algo que en la Palabra de Dios también es
considerado pecado.
Porque si alguno no provee
para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor
que un incrédulo (1ª Timoteo 5:8).
Pero, ¿qué dice la Palabra
del Señor en cuanto a la ofrenda?
En el Antiguo Testamento se
hicieron muchos tipos de ofrendas; ofrenda ordenada por Jehová para la
construcción de un santuario (Éxodo 25:1-9); ofrenda por el pecado (Éxodo
19:14); ofrenda elevada, etc., etc. (Éxodo 29:27 y 28). Unas eran por mandato
de Jehová Dios y otras por voluntad propia de los hombres (Levítico 22:18). Por
ejemplo en Deuteronomio 16:16 y 17, leemos:
Y ninguno se presentará
delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano,
conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado.
Todo esto formaba parte de
unas ordenanzas de Dios para con su pueblo Israel en el Antiguo Testamento. Los
israelitas, además, en cada fiesta durante el año, debían presentar una ofrenda
a Dios según hubieran prosperado (Deuteronomio 16:15-17). Es de ahí donde
muchos líderes religiosos hoy en día se basan para exigir ofrendas para la
celebración de las diferentes actividades y aniversarios en sus templos hechos
por manos humanas. Sin embargo la Palabra nos enseña que:
La ley y los profetas eran
hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (Lucas
16:16-17)
Por lo tanto, el ofrendar
para celebraciones religiosas en esta época no tiene ningún sentido ni valor
para Dios.
En cuanto a pedir ofrendas
constantemente para la construcción de edificios religiosos, se basan únicamente en pasajes del Antiguo Testamento, en
especial cuando fueron construidas las casas de adoración a Jehová, en su
orden, primero el tabernáculo y después el templo en Jerusalén (ver Ex.36:1;
2ªCrón.3:1-14). En el caso específico de la construcción del tabernáculo, el
pueblo de Israel abundó en generosidad, ofrendando para dicha construcción al
extremo que Moisés les suplicó a los israelitas que ya no llevaran más
ofrendas, como podemos ver en Éxodo 36:6 y 7, diciéndonos:
Entonces Moisés mandó
pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la
ofrenda del santuario. Así se le impidió
al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra,
y sobraba. (Éxodo 36:6-7)
Nos llama mucho la atención
esta actitud de Moisés para con el pueblo, ya que no era necesaria la ofrenda
que estaban llevando, pues ya había material suficiente y, de esa forma, le
impidió al pueblo ofrecer más. Decimos esto porque hoy es todo lo contrario.
Existen instituciones religiosas que tienen proyectos millonarios en
construcciones de edificios y que se colocan metas de cantidades de dinero que
tienen que reunir para cierta fecha y resulta que logran la meta. Pero, sin
embargo, siguen pidiendo más. Por supuesto que esto no es aprobado por Dios,
porque las ofrendas, hoy en el pacto vigente o nuevo testamento, son para los
santos necesitados, como se nos enseña en 1ªCorintios 16: 1-3, diciéndonos:
“En cuanto a la ofrenda para
los santos, haced vosotros también de la misma manera que ordené a las iglesias
de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de vosotros guarde algo en su
casa, atesorando en proporción a cómo esté prosperando, para que cuando yo
llegue no haya entonces que levantar ofrendas. Cuando yo esté allí, enviaré a
los que vosotros aprobéis por cartas, para llevar vuestro donativo a
Jerusalén”.
Nuestra contribución en las
ofrendas ha de ser según haya propuesto nuestro corazón, pues no es una
imposición, ya que estamos bajo la gracia y no bajo la Ley. Así dice el Nuevo
Testamento en 2ª Corintios 9, versículo 7:
“Cada uno dé como propuso en
su corazón, no con tristeza ni por obligación; porque Dios ama al dador
alegre”.
En el Nuevo Pacto o
Testamento, no se daban ofrendas para celebraciones de aniversarios,
convenciones, conferencias, campamentos y diferentes actividades religiosas, ni
tampoco para construcciones de templos hechos por manos de hombres; lo hacían
para ayudar a los cristianos que padecían necesidad. Veamos Hechos de los
Apóstoles 11: 29-30:
Entonces los discípulos,
cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos
que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos
por mano de Bernabé y Saulo.
Las ofrendas tampoco se
daban para mantener a los pastores, ni para construir templos, ni para el
mantenimiento de los mismos, sino para los cristianos pobres. Para que ellos
fuesen ayudados en sus necesidades, como se nos enseña en Romanos 15: 25 y 26,
diciéndonos:
“Pero ahora voy a Jerusalén para ministrar a
los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los
pobres de entre los santos que están en Jerusalén”. (Ver también 2ª Corintios
8: 1 al 4)
“Ahora, hermanos, os hacemos conocer la gracia
de Dios que ha sido concedida a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba
de tribulación, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza abundaron en las
riquezas de su generosidad. Porque doy testimonio de que espontáneamente han
dado de acuerdo con sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con
muchos ruegos que les concediéramos la gracia de participar en la ayuda para
los santos”.
Vemos en todo esto, como se
ayudaban entre si las iglesias del Señor. Unas iglesias que podían
enviaban a otras donde había necesidad.
¡Qué buen ejemplo de generosidad fraternal! Hoy no se ve eso en las distintas
denominaciones y sectas.
Lo que sí se ve, es la
exigencia constante de pastores y líderes que tratan de alegrarle el oído a la
gente, diciendo que, si diezman y ofrendan, Dios va a abrir las ventanas de los
cielos y los va a bendecir abundantemente. Esto es una falacia, ya que esta
promesa no tiene su aplicación para nosotros hoy en día bajo la Gracia de
nuestro Maestro y Señor Jesucristo.
La bendición, nosotros los
que estamos en Cristo, la tenemos desde el momento que creímos en Él; ya que
por gracia hemos sido salvos (Efesios 2:8). Jesús se hizo pobre, para que
nosotros fuéramos enriquecidos.
“Ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico,
para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos”. (2 Corintios 8:9).
Por lo tanto, no necesitamos
dar para ser bendecidos como muchos enseñan hoy, y, mucho menos, para
construcciones, para festividades y mantenimiento de empresas televisivas o de
radio, entre otras muchas cosas.
Solamente por creer en Él y
serle fiel, tenemos aseguradas toda clase de bendiciones.
¿Es el ofrendar de acuerdo a
Dios? Sí, pero para ayudar a los necesitados, eso es lo que enseña la Palabra.
Y, cuando lo hagamos, hay que tener en cuenta como principio básico lo que
nuestro Maestro enseña:
Cuando, pues, des ofrenda,
no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des ofrenda, no sepa tu izquierda lo
que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto te recompensará. (Mateo 6:2-4)
Conclusión:
Las ofrendas hoy se piden
fuera de contexto, mayormente para cubrir necesidades materiales de
organizaciones religiosas y para mantener la cuenta bancaria o caja de las
sectas y denominaciones con abundantes fondos económicos. Este es uno de los
factores principales de la pobreza de nuestros países subdesarrollados. Gran
parte del dinero del pueblo se estanca en las propiedades y cuentas bancarias
de las sectas y denominaciones. Y, en el caso particular de la secta católica
romana, lo envían al Vaticano. Ellos hablan de pobreza y critican a los
gobiernos de corrupción y estancamiento económico, cuando ellos son los
principales culpables de la pobreza. Pensemos solamente por un momento ¿Con
cuánto dinero se quedan las sectas y denominaciones al ser exoneradas de
impuestos por el Estado?
Las ofrendas hoy se piden
para pagar al pastor o pastores, para pago de mantenimiento del templo, para
pago de agua, de luz, de limpieza, para adornos, para cubrir gastos de
actividades, etc.
En todo lo que se invierte
hoy las ofrendas, en realidad no es necesario. No es algo que Dios nos ha
llamado a hacer; porque el enfoque del reino de los cielos no está en
construcciones de templos, salarios remunerados y realización de actividades.
El enfoque real del reino de los cielos, son las necesidades de las personas,
creyentes, y no creyentes en Cristo para testimonio a estos. Y para ello no se
deben imponer cuotas o porcentajes de dinero para dar; sino lo que nazca del
corazón y conforme uno haya prosperado. Hay que saber diferenciar entre el
diezmo, que fue una ordenanza para el pueblo de Israel bajo la ley de Moisés y
los profetas, y la ofrenda voluntaria bajo la Gracia o ley de Cristo.
Pero lo peor de todo, no es
solamente que se esté haciendo esto que venimos denunciando, y que es el pan diario en las reuniones
religiosas de cualquier secta o
denominación, es decir, lo que se enseña siempre, sino que aparentemente
a todos los feligreses les gusta, pues permanecen indiferentes y nadie se queja
ni pide razón de acuerdo a una correcta interpretación de las Escrituras.
A nosotros realmente no nos
importa en que gasta usted su dinero, a quien se lo regala o con que
instituciones religiosas contribuye;
pero lo que sí nos importa es que la gente conozca la Verdad, y que
estas falsas enseñanzas de estos líderes
religiosos, diciendo que Dios ha dicho cuando Dios no ha dicho, puedan ser
contrarrestadas con este tipo de mensaje basado estrictamente en las
Escrituras, y dejen de vivir como ricos a costa de los pobres: adulterando la
Palabra o enseñanza de nuestro Maestro, el Cristo ¡Recuerde!
Pero hubo también falsos
profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que
los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán
sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será
blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.
Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición
no se duerme. (2 Pedro 2:1-3)
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