LA VERDAD SOBRE LA SANGRE
La primera aparición en las Escrituras acerca de la
prohibición, por parte de Dios, de comer carne con su sangre se narra en el
libro de Génesis 9:4, Dios dijo a Noé y a sus hijos:
“Todo animal moviente que está vivo puede servirles a
ustedes de alimento, pero sólo carne con su alma (su sangre) no deben comer”.
Esto mismo lo vuelve Jehová a mandar bajo la ley mosaica,
en el libro de Levítico 3:17, diciendo:
“No deben comer sangre alguna”, o también en el capítulo
7: 26-27, donde Jehová hablándole a Moisés dijo:
“Y ustedes no deben comer ninguna sangre en ninguno de
los lugares donde moren, sea la de ave o la de bestia. Cualquier alma que coma
cualquier sangre, esa alma tiene que ser cortada de su pueblo.”
Es un poco más adelante, concretamente en Levítico
17:10-14, donde podemos ver con mayor claridad el motivo por el cual prohibió
Jehová el comer sangre, diciendo:
“En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o
algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de
ustedes que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra
el alma que esté comiendo la sangre, y verdaderamente la cortaré de entre su
pueblo. Porque el alma (la vida) de la carne está en la sangre, y yo mismo la
he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas,
porque la sangre es lo que hace expiación por el alma en ella. Es por eso que
he dicho a los hijos de Israel: Ninguna alma de ustedes debe comer sangre y
ningún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de
ustedes debe comer sangre. En cuanto a cualquier hombre de los hijos de Israel
o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de
ustedes que al cazar prenda una bestia salvaje o ave que pueda comerse, en tal
caso tiene que derramar su sangre y cubrirla con polvo. Porque el alma (la
vida) de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será
cortado.”
Jehová Dios deja muy claro que: la prohibición de comer
carne con su sangre era debido a que el alma o la vida de la carne estaba en la
sangre, y Él mismo la había puesto sobre el altar para hacer expiación o
redención por las almas; y la misma sangre haría expiación o redención de la persona.
Ahora bien, tenemos que añadir a todo esto algo muy
importante y que no podemos pasar por alto: Dios contempló la posibilidad de
que se pudiese comer animal ya muerto, y por consiguiente, no habiendo
efectuado el derramamiento de sangre, diciendo:
“En cuanto a cualquier alma que coma un cuerpo ya muerto
o algo despedazado por fiera, sea un natural (israelita) o residente forastero,
en tal caso tiene que lavar sus prendas de vestir, bañarse en agua y ser
inmundo hasta el atardecer, y tendrá que ser limpio. Pero si no las lava y no
baña su carne, entonces tendrá que responder por su error“ (Levítico 17:
15-16).
En el libro 1º Samuel 14: 31-35 podemos ver como los
israelitas tomaron ovejas y ganado vacuno y becerros y los degollaron en la
tierra, y el pueblo se entregó a comer junto con la sangre. El rey Saúl, siendo
informado, les tuvo que reprender y edificó un altar, haciendo sacrificio a
Jehová por lo acontecido. Esto es pues, a groso modo, lo importante a
saber acerca del
comer con sangre en el Antiguo
Pacto o Testamento. Las Escrituras dicen claramente:
“¡Mira! Vienen
días”, es la expresión de Jehová, “y yo ciertamente celebraré con la casa de
Israel y con la casa de Judá un Nuevo Pacto (Jeremías 31:31). Al decir Él “un
Nuevo Pacto” ha hecho anticuado el anterior. Ahora bien, lo que se hace
anticuado y envejece está próximo a desvanecerse, (Hebreos 8:13). Porque todos,
los Profetas y la Ley, profetizaron hasta Juan (Mateo 11:13). Por consiguiente,
la Ley ha venido a ser nuestro tutor (ayo) que nos conduce a Cristo, para que
seamos declarados justos debido a fe. Mas ahora que ha llegado la fe, ya no
estamos bajo tutor (Ley), (Gálatas 3: 24-25). “Porque Cristo es el fin de la
Ley“ (Rom. 10: 4). Por consiguiente, si alguien está en unión con Cristo, es
una nueva creación, las cosas viejas pasaron ¡miren! Nuevas cosas han venido a
existir” (2ª Corintios 5: 17).
Si bien la sangre en el Antiguo Pacto, representaba la
vida, y Dios mismo la había puesto sobre el altar para expiación por las almas del
pueblo (Lev. 17: 11), ahora, en el Nuevo Pacto,
Dios envió a su Hijo, que vino a ser procedente de una
mujer y que vino a estar bajo la Ley, para que librara (redimiera) a los que
estaban bajo la Ley (Gálatas 4: 4-5).
Jesucristo es el Cordero de Dios, del que habló Juan el
Bautista, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29-36).
Jesucristo hablando de sí mismo en relación a la sangre
dijo:
“Esta copa significa el Nuevo Pacto en virtud de mi
sangre, que ha de ser derramada a favor de ustedes” (Lucas 22:20).
Pero Jesús ha obtenido un servicio público más admirable,
de modo que también es mediador de un pacto correspondientemente mejor, que ha
sido establecido legalmente sobre mejores promesas. Porque si aquel primer
pacto hubiese sido sin defecto, no se habría buscado lugar para un segundo
(Hebreos 8: 6-7). Porque puesto que la Ley tiene una sombra de las buenas cosas
por venir, pero no las sustancias mismas de las cosas, nunca pueden (los
hombres) con los mismos sacrificios que ofrecen continuamente hacer perfectos a
los que se acercan. Diciendo primero: “Sacrificio y ofrenda y holocaustos y
expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se
ofrecen según la Ley)”; y diciendo luego: “¡Mira! He venido para hacer tu
voluntad”. Elimina lo primero (Antiguo Pacto) para establecer lo segundo, esto
es, el Nuevo Pacto o Testamento (Hebreos 10: 1-9)
Porque la Ley no llevó nada a la perfección (Hebreos
7:19).
Ahora en el Nuevo Pacto, es la sangre de Jesucristo la
que nos limpia de todo pecado (1ª Juan 1:7), queda por lo tanto caducado y sin
sentido el mandato de Levítico 17, acerca de la sangre, por ineficaz e
imperfecto.
El comer carne con su sangre en el Nuevo Pacto
Ahora, en este Nuevo y mejor Pacto, la sangre que nos da
vida es la que Jesucristo derramó por nosotros. Jesús dijo: “Yo soy el Camino y
la Verdad y la Vida” (Juan 14:6). El apóstol Pablo dijo:
Cristo es nuestra vida (Colosenses 3:4).
Nuestro Maestro Jesucristo, esto es, nuestra vida, nos
dice: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; si alguien come de este pan
vivirá para siempre; y, de hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la
vida del mundo” (Juan 6:51). El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día; porque mi carne es
verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida (Juan 6: 54 y 55).
Nunca el que introdujo e hizo el Nuevo Pacto, prohibió el
que pudiésemos comer animales o alimentos con su sangre, pues esto ya no tenía
sentido.
Cuando Jesucristo envió a setenta dijo:
“También donde quiera que entren en una ciudad y los
reciban, coman las cosas que pongan delante de ustedes (Lucas 10:8)
Pablo le escribe a Timoteo advirtiéndole que en los
postreros tiempos surgirían mentirosos e hipócritas, que mandarían abstenerse
de alimentos que Dios creó para que participasen de ellos con acción de gracias
los que tienen fe y conocen la verdad con exactitud. La razón de esto es que
toda creación de Dios es excelente, y nada ha de desecharse si se recibe con
acción de gracias, porque se santifica por medio de la palabra de Dios y
oración tocante a ello (1ª Timoteo 4: 1-5).
De todo lo que se vende en la carnicería, comamos sin
preguntar nada, por motivos de conciencia (1ª Corintios 10:25).
Después de haber visto todo lo que venimos diciendo, no
nos debe parecer nada extraño que en todo el Nuevo Pacto, solamente aparezca en
Hechos 15: 20, 29 y 21:25 la abstención de sangre. El libro de Hechos de los
Apóstoles, narra los acontecimientos históricos, más importantes, que ocurrieron
después que Cristo subió a los cielos. En este libro vemos como todavía se
seguía practicando la Ley por ejemplo: la circuncisión, cumplían voto, se
rasuraban la cabeza, se practicaba el bautismo en agua, se presentaban ofrendas
en el templo para la purificación, celebraban las fiestas judías… y también se
abstenían de sangre cuando todas estas prácticas mencionadas correspondían a la
Ley o Antiguo Pacto, no estando ya bajo la Ley sino bajo la Gracia (Romanos
6:14). Así que, después de este libro de Hechos de los Apóstoles, que narra esa
transición o cambio del Antiguo al Nuevo Testamento o del primer al segundo
Pacto, no existe más prohibición acerca de la abstención de sangre.
Queda muy claro analizando todo el contexto del Nuevo
Pacto, que el simbolismo y la importancia del uso y sentido que tenía la sangre
animal en el Antiguo Pacto quedó sin eficacia y caducó con la venida de nuestro
Señor Jesucristo.
¡No olviden! Jesús dijo: “¿No entendéis que todo lo de
fuera que entra en el hombre no le pude contaminar, porque no entra en su
corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina?”, esto decía haciendo limpios
todos los alimentos. (Marcos 7:18-19)
¡No olviden! El Espíritu dice claramente: que en los
postreros tiempos algunos apostatarían de la fe, escuchando a espíritus
engañadores y a doctrinas de demonios que mandarían abstenerse de alimentos que
Dios creó. (1ª Tim. 4:1-5)
El contexto del Nuevo Pacto deja claro todo este tema,
por ejemplo Pablo escribiendo a creyentes gentiles en Corinto les dice:
Si bien la comida no nos hace más aceptos ante Dios; pues
ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. (1
Corintios 8:8)
De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin
preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su
plenitud. Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os
ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. (1 Corintios
10:25-27)
¡No olviden! Jesús dijo: “nadie tiene mayor amor que
este: que alguien ponga su vida a favor de sus amigos” (Juan 15:13)
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